“Cogí en brazos a mi hija, la agarré fuerte contra mí… sabía que cualquier momento podía ser el último”

Alrededor de 400.000 personas se han visto atrapadas bajo intensos bombardeos en la ciudad ucraniana de Mariupol. Ningún refugio está a salvo del fuego, que ataca sin discriminación a edificios militares y civiles. Tania es una de las voces que ha logrado escapar del infierno, aunque las secuelas de este le perseguirán de por vida. “Cuando empezaron los bombardeos bajamos al sótano. Mi hija, mis padres, mi marido y yo llevábamos dos semanas allí pero pronto nos quedamos sin luz, sin agua y sin calefacción. No funcionaba casi ningún suministro y la poca comida que teníamos se nos estaba acabando, así que mi marido salió a por más. Recuerdo que le di un beso y un abrazo por si era el último, y lo fue. No volvió y nunca lo encontramos”.
Los habitantes de Mariupol se ven obligados a escapar, dejando todo atrás, incluidos sus seres queridos. “Mis padres están muy mayores, no pueden irse de allí, pero si me seguía quedando con ellos sabía que mi hija moriría y no puedo verla morir”. “Tuve que tomar la decisión más difícil de mi vida, es algo con lo que siempre voy a cargar. Dejar a mis padres allí, sin nada. No sabía qué iban a hacer, pero tenía que sacar a Lesya de allí.” A día de hoy, Tania sigue sin saber cómo están sus padres. La caída de la red eléctrica impide cargar los teléfonos y las comunicaciones se cortan continuamente.
El asedio ruso hace casi imposible sobrevivir en la ciudad de Mariupol, pero huir también es otro reto. Cientos de personas mueren en el camino a causa de los bombardeos y las minas. Así nos lo contaba Tania: “Fue horrible. Ver como mi ciudad se destruía”. “No puedo explicar lo vulnerable que me sentí. Escuchábamos las bombas y la artillería y nosotras estábamos ahí, sin nada que nos tapara. Cogí en brazos a mi hija, la agarré fuerte contra mí y recé, sabía que cualquier momento podía ser el último.”
Aldeas Infantiles SOS sigue proporcionando alimentos, agua, alojamiento, artículos de primera necesidad y servicios psicosociales a personas dentro de Ucrania, y cuidando de otras, como Lesya o Tania, cuando estas llegan a la frontera.