¿Es bueno que los niños se aburran este verano?

En verano, niños y niñas disfrutan de un mayor tiempo libre y es más frecuente que puedan aburrirse. Desde Aldeas Infantiles SOS queremos dar una vuelta al concepto del aburrimiento para sacarle el máximo partido.

El valor de aburrirse en verano

Abundan las pantallas y el estrés, incluso también para los niños y niñas. Llega el verano, con los ansiados campamentos. Y es que muchas familias, por falta de conciliación o por necesidad, sienten la presión constante de mantener a sus hijos ocupados y entretenidos durante todo el verano. En este contexto el aburrimiento tiene mala fama. Pero aburrirse es natural y necesario. Te contamos por qué. 

Lo primero pasa por reconocer que el tiempo libre no es tiempo perdido. Muy al contrario, es durante esos momentos cuando los niños pueden descubrir pasatiempos, inventar juegos, observar nuevos espacios o simplemente descansar. Incluso el no hacer nada, que a veces para los adultos es difícil aplicar, también es valioso. 

¿Es bueno o malo aburrirse?

Empecemos señalando que todos nos aburrimos, de hecho un 3 % de cada 30 minutos de nuestra vida,  pero nadie quiere reconocerlo porque el aburrimiento para muchos sigue teniendo una connotación negativa. No obstante, lo que se hace con él a veces origina grandes oportunidades.

Cuando los niños se enfrentan a un momento sin estímulos externos inmediatos, su cerebro se activa para buscar soluciones: ¿qué puedo hacer ahora?, ¿qué invento?, ¿qué hago para entretenerme? Estas preguntas durante el aburrimiento, en dosis moderadas, abren la puerta a habilidades fundamentales:

  • Aumenta la creatividad. Ante la falta de estímulos externos, el cerebro del niño se activa para imaginar.
  • Desarrolla la autonomía porque el niño está practicando la toma de decisiones y aprendiendo a gestionar su ocio sin depender siempre del adulto.
  • Estimula la necesidad de explorar el entorno con otros ojos. Quizás haya acciones o juegos que antes pasaban desapercibidos y a los que ahora prestan una nueva atención. 
  • Fortalece la tolerancia a la frustración, puesto que en este mundo inmediato, aprender a lidiar con el aburrimiento les enseña a gestionar la incomodidad y la espera. En este sentido, Stephanie Lee, directora del Centro de Desórdenes del Comportamiento en el Child Mind Institute, explica que “puede que el aburrimiento no sea superangustiante, pero no es divertido. La vida nos pide que manejemos nuestras frustraciones y que regulemos nuestras emociones cuando las cosas no van como lo planeamos, y el aburrimiento es una gran manera de enseñar esa habilidad”.
  • Potencia el pensamiento crítico, ayudándoles a conocerse mejor, cuestionar ideas y conectar conceptos. 
  • Conocerse a uno mismo. Sin pantallas, sin estímulos. ¿Y si aprenden a reconectar con sus emociones e ideas?

Intervenir en el momento aburrimiento

Para llevar lo mejor posible la fase del aburrimiento aportamos algunos consejos y acciones que poner en práctica. Porque, como indica Erin Westgate, profesora adjunta de psicología de la Universidad de Florida, “los padres no deben esperar que los niños sepan por instinto qué puede ser significativo para ellos. En lugar de eso, deben recordarles a sus hijos las cosas que les interesan o les importan”.

  1. Reservad algún tiempo para crear en conjunto una lista de actividades que les gusten y algunos retos divertidos o proyectos a largo plazo. Así, pueden recurrir a ella cuando se sientan aburridos. Muchas veces el tiempo libre sin estructura les resulta algo incómodo. Así que puedes indicarle qué actividad o proyecto llevar a cabo cada día.
  2. Si crees que esto no puede servir, ayúdales a encontrar su interés en determinada actividad. Pregúntales: ¿Qué te gustaría hacer que nunca has probado? ¿Qué cosas te hacen sentir bien cuando estás aburrido? ¿Te gustaría inventar un juego nuevo? 
  3. Recuerda: el papel del adulto no es llenar el tiempo del niño, sino habilitar el espacio para que encuentre una solución por sí mismo. Eso sí, es importante ofrecer un entorno con materiales disponibles y libertad para usarlos. Por ejemplo, bloques u otros juguetes de construcción, rompecabezas, lápices de colores, juegos de mesa, libros…
  4. También es útil poner límites razonables al uso de pantallas. Si bien los dispositivos pueden ofrecer entretenimiento y aprendizaje, el consumo pasivo de contenidos digitales no siempre permite el desarrollo de la creatividad o la autonomía. 
  5. Y, por último, hay que ser consciente de que a veces el aburrimiento provoca frustración o incluso enfado. Es parte del proceso. No hay que evitar ese malestar, sino acompañarlo.