La infancia que pierde su aprendizaje escolar en Ucrania

Desde que Rusia declaró la guerra a Ucrania, cerca de 3000 escuelas han sido atacadas, y 420 de ellas, reducidas a escombros. Una situación que no ha hecho más que empeorar desde que estalló el conflicto hace más de un año

“El sonido de las alarmas llenaba el aire del aula, impregnándolo de tensión y miedo. Las tizas, con las que la maestra había escrito en la pizarra la fecha, 24 de febrero, saltaron de la mesa por el temblor del suelo ocasionado por una explosión cercana. Todos abandonaron en pocos instantes la escuela, sin saber que ese día sería la última vez que volverían a sentarse en sus pupitres. Allí quedaron intactos sus cuadernos, sus lápices y una parte importante de su infancia. Vidas destruidas y marcadas por culpa de una guerra”.

Este testimonio ficcionado es la realidad que viven miles de niños y niñas en Ucrania. Desde que Rusia invadió el país, alrededor de cinco millones de menores se han visto obligados a abandonar su escuela e interrumpir su escolarización, según UNICEF. Un conflicto que ya ha afectado a más de 3000 escuelas ucranianas, de las cuales 420 han sido totalmente reducidas a escombros por los ataques con misiles, según datos del Ministerio de Educación de Ucrania. 

Y es que los colegios ya no son lugares seguros para continuar su formación. Desde que comenzó el conflicto, las instituciones educativas se han convertido en blanco de ataques. Las pocas que intentan continuar con su actividad presencial sufren diariamente apagones, cortes de luz y gas, sonidos de alarma antiaérea, y en algunas ocasiones, deben ponerse a refugio para tratar de mantener sus vidas a salvo. Otros maestros imparten sus clases de manera online, pero los daños a toda la red eléctrica del país obstaculizan con frecuencia su funcionamiento. 

Trasladar a los más pequeños una sensación de normalidad se ha convertido en una prioridad. Padres, madres y profesores aúnan sus esfuerzos para tratar de mantener un mínimo vínculo con lo que era el día a día de su vida anterior. Sin embargo, esta es ahora una realidad de lo más angustiosa para los progenitores, al tener que ir a recoger a sus hijos cada vez que se activan las sirenas por los posibles ataques aéreos rusos. Pero quedarse en casa tampoco es garantía de seguridad. 

Las Naciones Unidas lanzaron el pasado mes de enero un llamamiento a toda la comunidad internacional para tratar de ayudar y seguir garantizando la educación de los niños ucranianos. Porque tal y como señaló la directora regional de UNICEF para Europa y Asia Central, Afshan Khan, “las escuelas para la infancia brindan una sensación crucial de estructura y seguridad a los niños y niñas. Perder el aprendizaje tendrá efectos para toda la vida”.    

Las consecuencias de posponer su educación son muy perjudiciales. Ir a la escuela no solo mantiene en pie su rutina, también es una de sus pocas válvulas de escape para liberarse de toda la tensión que puede suponer vivir en medio de una guerra. Una huella ya imborrable que marcará inexorablemente su futuro. 

Estos son los principales efectos que genera no acceder a una educación a causa de una guerra: 

  • Pérdida del bienestar para el futuro desarrollo de la persona 
  • Pérdida de presente y de proyección de futuro 
  • Aparición de traumas, dolor, duelo y sufrimiento 
  • Descenso del rendimiento académico 
  • Interrupción del desarrollo de su autonomía y espíritu crítico 
  • Falta de oportunidades laborales 
  • Negación de un derecho fundamental 

La educación es un derecho fundamental para el desarrollo de los seres humanos y para la erradicación de la pobreza. Cuando un individuo no tiene la oportunidad de acceder a la escuela, se produce al mismo tiempo una pérdida de capital económico y humano. Impedir ese derecho fundamental somete a la persona a la ignorancia y esto implica reducir sus oportunidades y expectativas futuras. 

Una guerra no solo devasta la ciudad en su presente, sino que impide que pueda resurgir en un futuro, ya que si los ciudadanos no han podido acceder a una buena educación, no hay manera de que puedan sacar adelante a la sociedad en su conjunto. Las verdaderas víctimas de la guerra son aquellas que nunca tuvieron nada que ver con ella, solo gente inocente que paga por las decisiones de otros.

Y es que después de un año, el conflicto no cesa. Desde Aldeas Infantiles SOS trabajan para cubrir las necesidades básicas de millones de ucranianos que han huido del país o que todavía siguen allí. En 2022 consiguieron atender a más de 200.000 personas, pero todavía más de tres millones de niños necesitan ayuda humanitaria urgente. La protección internacional es esencial para lograr que algún día, las redes sociales como Tik Tok dejen de ser su principal altavoz para pedir ayuda.