El contacto físico en niños favorece el apego seguro

El Día Internacional del Abrazo celebra la necesidad del mismo y de los vínculos afectivos para afrontar las adversidades que nos rodean. 

Estrés, ansiedad, trastornos del sueño; muchos problemas físicos y psicológicos sacuden a la sociedad actual, también a los niños y niñas. ¿Y si parte de la solución fuera un simple abrazo? El poder transformador de esta acción desde edades tempranas, no solo ayuda a superar conflictos, pues según varios estudios mejora la salud y protegen de enfermedades. 

Desde el nacimiento, el ser humano necesita contacto físico, que influye en el desarrollo de la infancia hacia la vida adulta, aportándoles seguridad emocional y afectiva. En los primeros años de vida, estos vínculos afectivos son determinantes. Aunque actualmente muchas familias se preguntan cómo puede afectar el exceso o falta del mismo a un niño.

Hablemos del apego

Conocemos el apego como una vinculación afectiva, de carácter intenso que se desarrolla entre dos individuos. El psicoanalista John Bowlby, interesado por el desarrollo infantil, creó la teoría del apego – entre los años 1969 y 1980 – y explicaba el vínculo que se crea entre el bebé y su cuidador principal; demostrando que los niños pequeños tienen tendencia a buscar esa proximidad y contacto. 

Bowlby definió diferentes tipos de apego que hoy conocemos, dejando un gran legado en el campo de la psicología. Estableció que la sensibilidad de la madre a las necesidades del niño es de vital importancia. Y es ese contacto físico uno de los elementos más importantes que construyen el apego. 

Según su teoría, “las personas que han tenido en sus figuras de cuidado primarias un espacio de protección y asistencia en momentos de amenaza o daño, y una base donde apoyarse y explorar el mundo, forman un tipo de apego seguro”. 

Asimismo, para el autor, el apego seguro se produce cuando el niño se siente querido y valorado. Y que se construya depende, en gran medida, “de la constancia del cuidador en proporcionar cuidados y seguridad”. Este afecto les ayuda a interactuar confiadamente con el entorno, les convierte en personas activas y adultos independientes capaces de gestionar adecuadamente sus vínculos afectivos. 

Los beneficios de un abrazo

El contacto, desde el nacimiento, contribuye a relajar la tensión, ayuda a su capacidad para comunicarse, de pensamiento… Pero, centrándonos en el abrazo, sus beneficios son múltiples para el futuro de los niños y niñas. Y estos son: 

  1. Minimiza sus miedos, les empodera aumentando su autoestima.
  2. Les hace más felices, pues como indicaba la psicoterapeuta estadounidense Virginia Satir, en el abrazo se liberan hormonas como la dopamina o la oxitocina que contribuyen a la felicidad. 
  3. Les relaja en situación de estrés y reduce su ansiedad. 
  4. Se sienten protegidos y apoyados ante cualquier problemática.

Reforzar el contacto físico

La carencia del contacto físico en niños y niñas se asocia – en ocasiones – a problemas sociales, sensoriales y psicológicos. De hecho, en los bebés se intensifica la vulnerabilidad, provocando estrés o dificultades para relacionarse a largo plazo. Por este motivo, es importante reforzar los vínculos afectivos que generen ese contacto físico, por ejemplo:

  • Planeando actividades en conjunto que animen a los más pequeños a expresarse de otras formas; cantando, bailando, no solo con palabras.
  • Las mascotas siempre son una buena opción que hará que los niños y niñas sientan una amigo en quien confiar emocionalmente. 
  • No invalidar sus sentimientos, ellos también tienen sus propios deseos y emociones.

Estas acciones también deben mantenerse en la adolescencia, cuando comienzan a adquirirse roles adultos y se producen grandes cambios. Desde la infancia hasta la vida adulta, el contacto físico continúa siendo relevante, pues como establecía Satir: “Necesitamos cuatro abrazos al día para sobrevivir, ocho abrazos para mantenernos y doce abrazos para crecer”.