Nuevo hogar para la infancia ucraniana: “Cuando veo a niños rumanos y ucranianos abrazados, siento la piel de gallina”

Rodica Marinoiu es directora de la Aldea de Hemeius en Bacau (Rumanía), un lugar que ha abierto sus puertas para acoger a 245 ucranianos de los programas de Aldeas Infantiles SOS. Desde allí, esta trabajadora social lucha contra la incertidumbre y junto a un gran equipo, pretenden hacer más amena la vida de la infancia refugiada y sus familias.

Marinoiu es responsable del programa de acción humanitaria para las personas afectadas por la guerra en Ucrania. No dudó ni un minuto en brindar su apoyo a través de la organización: “Solo necesité la primera imagen de gente huyendo de la guerra y caminando hacia lo desconocido. Necesitaban ayuda y nosotros podíamos ayudar”.

La inestabilidad continúa

Los datos que aporta Aldeas Infantiles SOS en julio siguen siendo escalofriantes: más de 5.237 civiles muertos, incluidos 348 niños. Además, los ataques al sur del país se han intensificado, al igual que las necesidades humanitarias de la población. Y es que, alrededor de 10,2 millones de personas necesitan urgentemente ayuda alimentaria y de subsistencia.

La infancia es uno de los colectivos más afectados por esta guerra que parece no tener fin. Entre las graves consecuencias en su salud física y psicológica, se suma un futuro incierto: unos 5,7 millones de niños en edad escolar han visto interrumpida su formación.

La ayuda humanitaria es más importante que nunca, no dejemos que se olvide. Como cuenta Marinoiu: “Tengo mi propio hijo y muchos más niños en nuestros programas. Todos ellos son nuestros hijos y queremos que crezcan con un fuerte sentido de responsabilidad social. Para ello, tenemos que ser parte de la solución”.

Aldeas Infantiles SOS ha conseguido abrir nuevos centros al oeste de Ucrania, donde continuará ofreciendo apoyo psicológico móvil. Desde que comenzó la guerra, 60.615 personas han participado en los programas de Aldeas Infantiles Ucrania, directa e indirectamente.

Concretamente, en Kiev, el personal de Aldeas ha crecido en los últimos 4 meses: ahora son 140 profesionales los que trabajan sin descanso en terreno. Porque el apoyo en Kiev sigue siendo prioritario.

Aunque no todo han sido buenas noticias, ya que todas las actividades fueron suspendidas en la región de Lugansk, tras ser ocupada por el ejército ruso. Ahora, el personal que trabajaba allí, continuará su labor en Poltava, una región más segura.

Los países de acogida

Desde marzo, Aldeas Infantiles SOS continúa acogiendo a los refugiados ucranianos en distintos países: Bulgaria, República Checa, Grecia, Italia, Letonia, Lituania, Rumanía y Moldavia. Les proporcionan alojamiento y cubren sus necesidades a través de diferentes proyectos.

En total, en Rumanía, Aldeas ofreció refugio a 245 participantes de los programas. Tienen apoyo económico y médico en todo momento. Muchas niñas y niños ucranianos desean continuar su educación online con sus maestros de Ucrania, por lo que se les ha garantizado acceso a ordenadores y tabletas.

Marinoiu cuenta que en el pueblo de Hemeius (Rumanía), Aldeas abrió 6 casas para las familias ucranianas: “Algunas de nuestras casas son bastante grandes y eso permitió que varias familias se quedaran juntas. Algunas madres se conocían de Ucrania y preferían quedarse en la misma casa. Queremos que se sientan seguros y que tengan tiempo para recomponerse”.

Pero la profesional destaca las actividades de integración que se han llevado a cabo. Y encontrar trabajo forma parte de este proceso: “Estamos buscando individualmente oportunidades para todos los padres dependiendo de su situación y deseos. Las familias ucranianas, por mucho que quieran volver a casa, no quieren perder tiempo. Matricularán a los niños en la escuela en línea el próximo año escolar”.

De hecho, cuenta la profesional, “algunos de ellos regresaron a casa por unos días para recoger artículos que necesitaban, como ropa o cosas similares. Volvieron con historias de disparos y balas”. Por lo que el apoyo sigue siendo necesario, dentro y fuera del propio país. Y explica: “Volverán a casa cuando la situación lo permita, y hasta entonces, estaremos aquí para ellos y para sus hijos”.

Un deseo para el pueblo ucraniano

Evidentemente, destaca Marinoiu, “sería deshonesto decir que no hay problemas”. Pero trabajan cada uno de esos inconvenientes para encontrar soluciones: “Por eso hemos contratado a un profesor ucraniano que también es psicólogo en el programa de la escuela de verano para ayudarnos a entender qué es lo que tenemos que hacer”.

A pesar de las dificultades, la directora se enorgullece de todo el trabajo de Aldeas Infantiles en Rumanía: “Cuando veo a niños de Rumania y Ucrania abrazados, siento la piel de gallina”.

Desde su despacho en Hemeius desea que la guerra se acabe y que llegue la paz para este pueblo, pero también desea que Aldeas continúe en primera línea: “Que hagamos más por los padres, porque solo los padres fuertes hacen hijos fuertes, y los hijos fuertes son el futuro de la humanidad”, concluye.

Nuestros programas para ayudar a la infancia ucraniana no podrían mantenerse sin tu ayuda.